La presidenta de la Fundación Vela Clásica de España navega a bordo del Livia, velero construido en Mallorca, en la regata Illes Balears Clàssics del Club de Mar-Mallorca
La XXX Regata Illes Balears Clàssics ha largado amarras hoy en el Club de Mar Mallorca con un buen viento que ha propiciado una gran jornada de regatas. Una flota de casi 40 embarcaciones se ha dado cita en la Bahía de Palma en el estreno de la competición de vela clásica y de época más importante de Mallorca. El Embat, viento térmico característico de la capital balear, apareció pronto y sopló con una media de 10 nudos.
El Comité de Regatas montó un recorrido en forma de ocho, con salida frente a la Catedral de Mallorca, paso por Can Pastilla para dirigirse a boya frente a Illetes y regreso al punto de partida. La nota triste del día la ha puesto el Gianella, un yawl con bandera de Malta botado en 1966, que ha roto el mástil y no ha podido completar la travesía.
El Argos (1964), de Bárbara Trilling, ganador absoluto de la edición del año pasado de la regata, se ha puesto al frente de la clasificación de Clásicos. El barco del New York Yacht Club ha sido el claro vencedor de la prueba de hoy, con una renta de más de cuatro minutos sobre el Clarionet (1960), que ha acabado en segunda posición, y más de 11 minutos sobre el Mowgli (1965), que ocupa la tercera plaza.
El Tuiga (1909) y el Lady Anne (1912), dos de los supervivientes de la histórica clase FI15, han protagonizado un bonito duelo por el liderato de los Big Boats. En el agua, el más rápido ha sido el barco armado por Gonzalo Botín, pero no ha obtenido suficiente ventaja y, tras la compensación de tiempos, ha sido superado por la embarcación del Yacht Club de Mónaco patroneada por Daniel Pereira.
La clase Época, donde navegan los barcos más antiguos, ha competido separada en las categorías Bermudiana y Cangreja, en función del aparejo que portan cada uno de los veleros. En el primer grupo, el triunfo se lo ha llevado el Sonata (1937), de Jordi Cabau, un diseño de John G. Alden?restaurado íntegramente en Mallorca que se ha impuesto por un escaso margen al Argyll (1948), de Griff Rhys Jones.
Jordi Cabau, armador del Sonata, ha alabado las condiciones de la Bahía de Palma: “Hoy ha sido el día 10 con un Embat sostenido, mar plana… Así da gusto competir. Hemos tenido unos rivales muy buenos con los que hemos estado luchando hasta la línea de llegada. Quedan tres días y tenemos que trabajar mucho si queremos conseguir la victoria”.
Jordi Cabau, armador del Sonata, ha alabado las condiciones de la Bahía de Palma: “Hoy ha sido el día 10 con un Embat sostenido, mar plana… Así da gusto competir. Hemos tenido unos rivales muy buenos con los que hemos estado luchando hasta la línea de llegada. Quedan tres días y tenemos que trabajar mucho si queremos conseguir la victoria”.
Por su parte, en la categoría de Época Cangreja, el mejor ha sido el Rowdy, que ha mostrado muy superior al resto de embarcaciones de su división. La armadora del barco, Donna Dyer, ha apuntado que la jornada de hoy les ha brindado la oportunidad de “utilizar unas nuevas velas para vientos suaves y la verdad es que han dado buen resultado en esta primera regata. Estamos encantados con el comité organizador y de navegar en Palma porque nuestro barco tiene sede aquí y ocho de sus tripulantes viven en esta ciudad”.
El Barlovento (1973) ha sumado su primer triunfo parcial en la Bahía de Palma. El velero armado por Domingo de Torres encabeza la categoría de Espíritu de Tradición, seguido del Celeste di Mare (1971) el Sparkman & Stephens de Amador Magraner, y del Legolas (1996) de Jens Ricke, que ocupa la tercera posición provisional.
Pachi Rivero, patrón del Barlovento, ha explicado que la tripulación ha llegado a Mallorca justo para poner a punto el barco, “pero al final nos ha ido bastante bien en esta primera jornada. He navegado con este barco desde Cádiz hasta el Club de Mar Mallorca en una travesía de siete días y hoy me ha sorprendido lo rápido que compite en relación con el Legolas, entre otros veleros”, ha apuntado el veterano regatista.
Pachi Rivero, patrón del Barlovento, ha explicado que la tripulación ha llegado a Mallorca justo para poner a punto el barco, “pero al final nos ha ido bastante bien en esta primera jornada. He navegado con este barco desde Cádiz hasta el Club de Mar Mallorca en una travesía de siete días y hoy me ha sorprendido lo rápido que compite en relación con el Legolas, entre otros veleros”, ha apuntado el veterano regatista.
El Micanga (1974), el Holman patroneado por Mateu Grimalt, ha sido el mejor de los RI Clásicos, donde compiten cuatro unidades. La competición se reanudará mañana viernes, 15 de agosto, en que se esperan unas condiciones meteorológicas similares a las de hoy.
Valle de la Riva, la armadora que rescata y preserva la vida de los barcos clásicos
A bordo del Livia, velero construido en el Astillero Myabca de Pollença a principios de la década de 1960 sobre un diseño de Lewis Francis Herreshoff, Valle de la Riva navega entre recuerdos y proyectos. Tras una cuidadosa restauración que devolvió a esta embarcación su elegancia original, la presidenta de laFundación Vela Clásica de España combina su papel de armadora con la gestión de una iniciativa dedicada a preservar y dar continuidad al patrimonio náutico clásico del país.
“El diseño del Livia es de 1958, aunque se botó en torno a 1963 o 1964. La restauración ha sido más profunda de lo que pensábamos al principio, pero estamos encantados con el resultado. Es un barco precioso, elegante, y lo estamos disfrutando mucho”, explica.
De la Riva no solo es armadora del Livia, sino también impulsora de un proyecto ambicioso: la Fundación Vela Clásica de España. “La idea surgió al darnos cuenta de que, cuando nosotros no estuviéramos, nuestros hijos probablemente no querrían hacerse cargo de los barcos. Para nosotros son casi parte de la familia, y pensamos que otros armadores podían tener el mismo problema. Creamos la fundación para que los barcos clásicos que se quedaran sin continuidad tuvieran un lugar donde ser mantenidos y restaurados”, detalla.
La fundación ha levantado en Puerto Sherry una atarazana que ya está prácticamente terminada, destinada a la construcción, reforma y mantenimiento de embarcaciones clásicas. Además, desarrolla en la bahía de Cádiz programas para recuperar oficios tradicionales como el de carpintero de ribera o calafate.
Su vínculo con la vela clásica se afianzó cuando Puerto Sherry, junto con la Fundación Isla Lusitana, obtuvo el derecho de uso de los veleros históricos Hispania y Giraldilla. “Fue una idea de mi marido. Cuando él falleció al año de iniciar el proyecto, me hice cargo y descubrí este mundo apasionante. Navegar en un barco clásico es hacerlo a la manera antigua. Me encanta que los niños aprendan en ellos, porque encuentran maniobras que les resultan completamente nuevas. La madera, o la adoras o la odias… en mi caso, la adoro”, confiesa.
Para la presidenta de la Fundación Vela Clásica de España, las regatas son esenciales: “Si no hubiera competiciones de clásicos, muchos armadores no tendrían el incentivo de mantener sus barcos. Esa sana competencia hace que hoy tengamos una flota magnífica. Sin regatas, irían desapareciendo poco a poco”.
Actualmente, la fundación navega con el Livia y el Gipsy, mientras prepara la restauración de otras embarcaciones. “Ahora que la atarazana está casi lista, tenemos más barcos en cartera esperando su turno. Quizá el año que viene vengamos con uno más. Seguimos con mucha ilusión, abiertos a nuevos proyectos y disfrutando de esta maravilla que son los barcos clásicos”, asegura.
Sobre si repetirá en la próxima temporada, Valle de la Riva no duda: “Por supuesto. Esta es una cita obligada. Aquí nos cuidan tanto en el agua como en tierra. Siempre hay que venir”.
A bordo del Livia, velero construido en el Astillero Myabca de Pollença a principios de la década de 1960 sobre un diseño de Lewis Francis Herreshoff, Valle de la Riva navega entre recuerdos y proyectos. Tras una cuidadosa restauración que devolvió a esta embarcación su elegancia original, la presidenta de laFundación Vela Clásica de España combina su papel de armadora con la gestión de una iniciativa dedicada a preservar y dar continuidad al patrimonio náutico clásico del país.
“El diseño del Livia es de 1958, aunque se botó en torno a 1963 o 1964. La restauración ha sido más profunda de lo que pensábamos al principio, pero estamos encantados con el resultado. Es un barco precioso, elegante, y lo estamos disfrutando mucho”, explica.
De la Riva no solo es armadora del Livia, sino también impulsora de un proyecto ambicioso: la Fundación Vela Clásica de España. “La idea surgió al darnos cuenta de que, cuando nosotros no estuviéramos, nuestros hijos probablemente no querrían hacerse cargo de los barcos. Para nosotros son casi parte de la familia, y pensamos que otros armadores podían tener el mismo problema. Creamos la fundación para que los barcos clásicos que se quedaran sin continuidad tuvieran un lugar donde ser mantenidos y restaurados”, detalla.
La fundación ha levantado en Puerto Sherry una atarazana que ya está prácticamente terminada, destinada a la construcción, reforma y mantenimiento de embarcaciones clásicas. Además, desarrolla en la bahía de Cádiz programas para recuperar oficios tradicionales como el de carpintero de ribera o calafate.
Su vínculo con la vela clásica se afianzó cuando Puerto Sherry, junto con la Fundación Isla Lusitana, obtuvo el derecho de uso de los veleros históricos Hispania y Giraldilla. “Fue una idea de mi marido. Cuando él falleció al año de iniciar el proyecto, me hice cargo y descubrí este mundo apasionante. Navegar en un barco clásico es hacerlo a la manera antigua. Me encanta que los niños aprendan en ellos, porque encuentran maniobras que les resultan completamente nuevas. La madera, o la adoras o la odias… en mi caso, la adoro”, confiesa.
Para la presidenta de la Fundación Vela Clásica de España, las regatas son esenciales: “Si no hubiera competiciones de clásicos, muchos armadores no tendrían el incentivo de mantener sus barcos. Esa sana competencia hace que hoy tengamos una flota magnífica. Sin regatas, irían desapareciendo poco a poco”.
Actualmente, la fundación navega con el Livia y el Gipsy, mientras prepara la restauración de otras embarcaciones. “Ahora que la atarazana está casi lista, tenemos más barcos en cartera esperando su turno. Quizá el año que viene vengamos con uno más. Seguimos con mucha ilusión, abiertos a nuevos proyectos y disfrutando de esta maravilla que son los barcos clásicos”, asegura.
Sobre si repetirá en la próxima temporada, Valle de la Riva no duda: “Por supuesto. Esta es una cita obligada. Aquí nos cuidan tanto en el agua como en tierra. Siempre hay que venir”.
Fuente: Regata Illes Balears Clàssics
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